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AFICIÓN A LAS SETAS: UNA ADICCIÓN SANA Y NATURAL

Cesáreo González

Cuevas del Valle

Atracción y temor han sido, a lo largo de la historia, los dos polos que definen el marco emocional de relaciones entre las personas y las setas. La forma, el colorido, la belleza o las cualidades gastronómicas de algunas de ellas rivalizan con el peligro de envenenamiento, incluso mortal, que pueden provocar otras.

De las más de tres mil especies de setas registradas en Europa solo unas cincuenta son tóxicas; otras cincuenta podemos considerarlas como excelentes comestibles y unas cien más pueden emplearse para realizar platos agradables; el resto no tienen atractivo gastronómico porque resultan amargas, picantes, duras o malolientes y solo son interesantes para los aficionados o para la ciencia.

No obstante todavía hoy día existen muchos micófobos, es decir personas que no quieren ningún tipo de relación con las setas posiblemente por un miedo ancestral que ha calado en la conciencia colectiva de muchos pueblos. Aunque existen muchas más plantas venenosas que setas, todavía hay personas que sienten un recelo absurdo hacia éstas y no hacia aquellas.

Tradicionalmente se han establecido tres grupos de personas según el nivel de conocimientos micológicos y de acercamiento a los hongos:

  • El nivel elemental lo integran los micófagos, aquellos que solo les interesa saber la comestibilidad de la especie; suelen conocer pocas y no se salen de ellas.
  • En un nivel intermedio estaríamos los micófilos, personas que nos interesa saber que son las setas, que son los hongos, como viven, que función realizan en la naturaleza y naturalmente cuales son las más exquisitas o las más tóxicas.
  • En el nivel superior están los micólogos, los micófilos que se interesan por los hongos de una manera más científica pudiendo llegar a determinar nuevas especies basando su trabajo en estudios rigurosos a través del microscopio, empleando reactivos, etc.
  • A estos tres grupos clásicos podríamos añadir a los micólatras, referido este término al uso que han hecho y hacen algunos pueblos de la cultura de los hongos como enlace para una relación con el más allá (espíritus, muertos, dioses, etc.) y también a los “micomercantes”, aquellos que su amor por las setas es puro interés mercantil y solo ven en ellas el valor económico que les puede reportar. No obstante este grupo realiza una labor como proveedor de los mercados, y por eso mismo es necesario que estas personas sepan lo que es un hongo y la forma más adecuada de recolectarlo.

Por tanto micófilos y micólogos, que además solemos actuar con gran respeto y sensibilidad hacia nuestro entorno, somos los que las disfrutamos con mayor intensidad puesto que paseamos buscándolas, disfrutamos conociéndolas y nos recreamos contemplándolas.

Suele ocurrir que cuando descubres el encanto que los hongos poseen, quedas “enganchado” pero con la tranquilidad de saber que esta “adicción” no es ilegal, tampoco es cara y si que resulta muy sana y natural. Y si somos precavidos y empleamos siempre el sentido común, sabemos que no provocan “efectos secundarios”.


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